Manteniendo un Diario,
escribiendo una carta de amor a Jesús
Por
muchos años asistí a talleres sobre cómo mantener un diario de oración y
siempre estuve convencido del valor de mantener este diario para enfocar mi
vida interior. Pero a pesar de eso, fueron muy pocas las veces que mantuve un
diario. Cuando llegaba la hora para escribir en el diario al final del día, me
encontraba muy cansado para un ejercicio que me parecía casi una asignación
escolar. Y aún cuando trataba, era muy poco lo que conseguía escribir.
Pero un
mes más tarde, me encontré deseando haber anotado una inspiración o experiencia
conmovedora, en vez de haberla dejado ir sin haber sacado provecho de ella.
Entonces me encontré sorprendido de cómo otros podían hablar de lo que sus
experiencias le enseñaban, mientras que yo pasaba tanto trabajo recordando aún
vagamente las cosas me habían sucedido. Mientras mis amigos reflexionaban y se
convertían en personas con experiencia, yo solamente tenía algunas experiencias
para recordar.
Luego, en
otro momento, encontré que disfrutaba mucho escribiendo cartas a mis amigos. En
ellas les hablaba de lo que estaba ocurriendo en mi vida y lo que esas cosas
significaban para mí. Y encontré que mientras más amaba a una persona, no sólo
sentía el deseo de compartir más de mí mismo y de lo que estaba viviendo, sino
también cómo me sentía sobre eso. Entonces comprendí que lo que no podía hacer
en mi diario, lo estaba haciendo en mis cartas. Más aún, no lo sentía como
trabajo, sino como algo que disfrutaba.
Por
ejemplo, yo nunca podía llevar a mi diario lo que mis votos religiosos
significaban para mí, sin embargo, me encontré escribiendo cuatro páginas a un
amigo que me preguntó ¿por qué quería hacer votos finales? Es cierto que mi
carta estaba llena de errores y pensamientos a medias, porque fue escrita tarde
en la noche, con mi corazón más que con mi cabeza… ¡pero por eso era tan
especial!
Después
de esa carta fue que descubrí un nuevo crecimiento dentro de mí: mayor gratitud
y compromiso hacia mi vocación jesuita, un nuevo deseo de servir al pobre y no
sólo a aquellos que eran agradecidos, una confianza profunda en permitirle Dios
trabajar a través de mi pobreza, un deseo de crecer en el amor célibe que trata
a todos como una familia, y estar más abierto a recibir el amor que me hacía
más agradecido de lo que sé estaba dando en esos momento. Crecí más por esa
sola carta que por cualquier otra cosa que hice ese año, y de cierta forma,
estaba iniciando un diario. El amor que sentía por mi amigo me llevó a
compartir con él mi corazón, por eso, ya no me fijaba en cómo deletreaba las
palabras o expresaba las ideas, sino que me enfocaba en contarle esas cosas que
pasaban en mi vida y a través de ellas, como me sentía.
Así es
que comencé a mantener un diario a través de mis cartas, particularmente cartas
de navidad donde compartía el año completo. No podía escribir una carta con los
acontecimientos del año que había pasado sin tomarme el tiempo de reflexionar y
recordar todo el amor que me inspiraba ese amigo a quien le escribía. Entonces,
comenzaba a recordar las cosas que quería compartirle. Recordaba algunos de los
buenos momentos que habíamos vivido juntos, y pronto encontraba mi pluma
corriendo. Y según terminaba la carta, yo podía adivinar cómo mi amigo me
contestaría, porque sabía que él también me respondería con lo más profundo de
su corazón. Y mientras más grande era mi amor por esa persona, más fácil se me
hacía adivinar su respuesta.
De pronto
encontré que podía hacer esto mismo en oración con Jesús. Me relajaba en su
presencia y recordaba algún momento en que había experimentado su amor de forma
especial. Frecuentemente era algo que había sucedido durante el día y por lo
estaba profundamente agradecido. Y entonces comenzaba a escribir una palabra de
agradecimiento, seguida de todas aquellas cosas que quería compartir con Él. No
tenía que estar escrito en oraciones completas porque Jesús comprende aún una
sola palabra, pero las oraciones me ayudaban a clarificar lo que realmente
quería contarle. Usualmente le decía lo que sentía en mi corazón y aquellas
cosas que más deseaba. Luego escribía mi nombre… seguido por lo que Jesús me
diría en respuesta a mi carta. Así como adivinaba lo que mi amigo escribiría,
así también imaginaba lo que Jesús me estaba contestando.
¿Pero es
realmente Jesús, o es sólo mi imaginación contestándome a mí mismo? El día que
me hice esta pregunta pensé que cualquier palabra que me hace sentir con más
fuerza Su amor, tiene que ser realmente la voz de Jesús. Y si puedo escribir
una carta de amor a Jesús es sólo porque he escuchado su voz en la carta que ya
Él me ha escrito a mí. «En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos
amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación
por nuestros pecados» (1 Juan 4, 10). Mantener un diario es simplemente
eso, escribir una carta de amor a Jesús y escuchar Su voz en la carta que ya Él
nos ha escrito primero.
Mientras
más amor pongo en mis cartas, más podré oír lo que Jesús me dice, porque el
amor hace que el corazón se esfuerce en oírlo todo. ¿Quién es el primero que
escucha a un bebé cuando llora en la noche? Usualmente, quien más preocupado
está por el bebé estará durmiendo un sueño más ligero y estará menos propenso a
voltearse para seguir durmiendo. Una madre amorosa oirá el llanto de su bebé y
sabrá inmediatamente si el bebé tiene hambre, está mojado, cansado, con miedo,
con frío o en peligro.
El amor
abre los oídos del corazón para que pueda oír lo que otros ignoran y para darle
sentido de lo que otros pueden considerar una necedad. Mientras más profundo es
nuestro amor por Jesús – como el amor de una madre por su bebé – más fuerte
escucharemos Su voz y más fácilmente la comprenderemos. Así que cuándo me
pregunto si es en realidad Jesús o sólo mi propia imaginación contestándome,
puedo preguntarme: ¿Me siento qué soy más amado por Jesús, y qué tengo por Él
un amor tan profundo como el de una madre por su niño? Mientras más puedo dar y
recibir amor a Jesús y a otros, más he podido escuchar su voz.
A
continuación hay unas instrucciones que te pueden ayudar a mantener tu diario,
escribiendo una carta de amor a Jesús… y a recibir la carta que Él te escribió
en respuesta. Pero recuerda que mantener un diario no depende de la mejor
técnica de escribir, sino de descubrir que Jesús es el mejor Amigo que podemos
tener.
Instrucciones:
- Al escribir tu diario, cuéntale a Jesús las veces que durante tu oración o durante el día experimentaste mayor lucha o crecimiento espiritual.
- Escribe en tu diario cómo Jesús te responde (lo que parece hacer o decir en respuesta a lo que le has dicho en tu carta). Si no puedes ponerte en contacto con cómo Jesús responde, escribe lo que más te mueve cuando hablas con Él o lo que más deseas que Él te diga en ese momento. Poco a poco notarás que hay menos de ti y más de Jesús en las respuestas.
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